miércoles, 9 de julio de 2014

Agonías

Parada  a los pies de la cama
donde yace mi madre
en su universo de cables,
tubos
e inconsciencia,
tiemblo y recuerdo
cuando tenía seis años
y me perdí en la playa.
Helaba el sol del verano
esos eternos minutos
cuando creí no volver a verla,
con la certeza de lo irreparable
que sólo a esa edad se tiene.
Treinta y seis años después
sigo temblando,
tanto que no me atrevo a tocarla
para no perturbar su sueño de pájaro,
para que sus ojos no se abran
y otra vez revelen el dolor.
Me muevo en puntas de pie
y me acerco a su cara
cenicienta,
embotada,  y aún bella,
y le canto al oído
las mismas canciones de cuna
que les canté a mis hijos;
y estoy otra vez en la playa,
con solamente seis años,
perdida, niña, helada.

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