miércoles, 23 de julio de 2014

Estamos de mudanza, con un nuevo anfitrión y la misma confusión de siempre.
Porque vos y yo cambiamos, pero seguimos siendo los mismos, te espero en http://delavayescarcha.wordpress.com

Hirvientes y letales, arrasando  con todo a su paso
o heladas y frágiles, apenas perceptibles,
transitando los caminos de la reflexión y de la fantasía
en una mezcla extraña y a la vez cotidiana,
las palabras se desgranan para quien quiera recibirlas.


San. 

miércoles, 9 de julio de 2014

Agonías

Parada  a los pies de la cama
donde yace mi madre
en su universo de cables,
tubos
e inconsciencia,
tiemblo y recuerdo
cuando tenía seis años
y me perdí en la playa.
Helaba el sol del verano
esos eternos minutos
cuando creí no volver a verla,
con la certeza de lo irreparable
que sólo a esa edad se tiene.
Treinta y seis años después
sigo temblando,
tanto que no me atrevo a tocarla
para no perturbar su sueño de pájaro,
para que sus ojos no se abran
y otra vez revelen el dolor.
Me muevo en puntas de pie
y me acerco a su cara
cenicienta,
embotada,  y aún bella,
y le canto al oído
las mismas canciones de cuna
que les canté a mis hijos;
y estoy otra vez en la playa,
con solamente seis años,
perdida, niña, helada.

miércoles, 2 de julio de 2014

Inventario

No es mucho lo que me llevo,
pienso,
mientras bajo las escaleras
y camino por el pasillo,
el ruido de los tacos
haciéndole eco al del corazón.
Una taza cachada,
el trocito de espejo en que te miraste
antes de que todo se hiciera añicos;
tres arrugas nuevas alrededor de los labios,
el recuerdo de tu cuerpo cerca del mío,
y de las multitudes de besos huérfanos
con que cubría tu pecho y tu cara.
Veinte pares de zapatos,
dos libros -al resto, te los regalo-
y una foto del perro callejero que amaste
y al  que dejaste ir.
También  llevo conmigo
tu sonrisa, que derramabas como lluvia
y que se volvió tacaña.
Te dejo mis palabras, a veces demasiadas
y mis silencios también, cuando me callabas.
Dejo también en tus manos
mi piel ajada,
mi vientre ya marchito;
no te dejo mis lágrimas.
Podría ser, como el adiós,
interminable la lista
de las cosas que me faltan.
Me voy y te dejo el cielo
la cama destendida
y las ventanas cerradas.