miércoles, 25 de junio de 2014

Lunes

Algunos lunes sólo nos queda la fe,
después de haber vaciado, junto a  los restos del domingo,
las colillas aplastadas, las sonrisas desvaídas,
los corchos y las escaramuzas,
la conciencia del descubrirse mirando
otra vez las yemas de los dedos,
los azules ríos de las manos,
el dorado tintineo que resplandece,
con su recuerdo de promesas incumplidas,
de sueños triturados
ajeno a todo,
incluso al torrente sanguíneo que lo nutre.  
A veces no queda más que la fe
y un poco de candidez
para no desangrarse en el intento
de respirar.
Entonces, cuando ya no queda nada,
sólo nos quedan los lunes.

miércoles, 18 de junio de 2014

Interdicto


Debería existir un castigo
doloroso pero no letal, equivalente a la mano cortada al ladrón
o a los ojos arrancados en pecado,
para quien menosprecie las palabras,
ignore el poder que ellas tienen y las guarde para sí.
Debería tal criminal
ser condenado a la soledad, al silencio, al oprobioso runrún de las metrópolis
que deja a su paso dolores insepultos y carcazas putrefactas.
Deberían todos los te quieros y los agravios
y las poesías y los ensayos
amotinarse frente al codicioso y exigirle liberación inmediata,
un habeas corpus a la expresión.
Pero tal vez no;
quizás sea suficiente
con dejar que ellas mismas florezcan dentro del que las calla,
que estallen en adverbios y adjetivos, en parábolas y prosas
y se dispersen y desborden por sus más escondidos recodos,
broten en la punta de sus dedos y en su lenguas tumefactas,
y pavimenten con estrellas su afligida existencia.

miércoles, 11 de junio de 2014

Sensitivo



Nada los une: ningún sentimiento, ninguna historia. No hay un pasado en común ni mucho menos una perspectiva de futuro. Y no creen en ataduras ni en hilos invisibles de cualquier color que fueran. Y sin embargo, en las noches y en las mañanas, en las siestas y en las tardes de todos los momentos finamente planificados y calculados, cronometrados con esmero y repetidos ad infinitum como una letanía de posibilidades, se encuentran y acortan todas las diferencias y las distancias y hacen de dos uno, con el único fin que se proponen y se permiten. Y siendo uno nunca dejan de ser ellos mismos: los que miran, palpan, humedecen, laten, gimen y estallan una y mil veces como en un espejo, replicándose, repitiéndose y enunciando, con cada poro y en cada centímetro de piel, una poesía profana y silenciosa.