domingo, 8 de mayo de 2011

DOS

Hundo mis manos en la tierra negra y húmeda que ocupa el centro de mi pecho. Escarbo y amaso en su frescura, sus milenarias partículas y sus oscuros secretos. Fragante y fecunda, me lleno de su aroma y de su (mi) esencia. Lejos, hondo, adentro de mis pulmones, llena y sepulta el perfecto correr de mis días.
Hundo mis manos en mi corazón, que como la tierra, ha descansado ya lo suficiente de tanto dar y espera ahora, tembloroso y feliz, el tiempo de empezar a recibir.

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